BAUDELAIRE PREDICE EL CASTIGO QUE LE ESPERA A BERGOGLIO

A menudo olvidan los que se dejan engatusar por el Maligno que éste, precisamente por ser quien es, acaba destruyendo y burlándose de sus secuaces. No es buen pagador. Concede –mientras le convenga- un tiempo de aparente triunfo, mas el que es el gran derrotado de la historia no puede sostener a nadie y aquellos que hoy con pompa se alzan como imbatibles, mañana estarán en el cieno lamentando su desgracia.

Charles Baudelaire así se lo advierte a su hijo espiritual, Bergoglio, en el poema titulado “Castigo del orgullo”. Por cierto que de orgullo está henchido el inconsciente que ha podido creerse que usurpar el Trono de Pedro era cosa de poder mundano. Idiota.

Habla por boca del poeta el desgraciado “teólogo” protagonista, “poseído de un orgullo satánico”: “¡Jesús, pobre Jesús, muy en alto te he puesto! / Pero si combatirte yo me hubiera propuesto, / tu vergüenza sería tanta como tu gloria, / y tú no fueras más que una cosa irrisoria”.

Bergoglio, llevado del orgullo satánico, se confabuló, efectivamente, para combatir a Jesucristo al planear el asalto y la destrucción de su Iglesia. La ceguera de quienes se sienten poderosos para discutirle al Señor sus obras y designios es infinita.

Tamaña audacia, una vez permitida por Dios la usurpación, ha impelido al hijo espiritual de Baudelaire a proferir blasfemia tras blasfemia, entre las cuales figuran los insultos a Nuestro Señor Jesucristo. Le ha llamado varias veces “sucio”, “maleducado”, “hombre de la calle”; ha dicho de Él que “se hacía el tonto”, que “tenía sangre pagana por sus venas”… En definitiva, se ha propuesto combatir a Jesucristo y avergonzarle, rebajarle a una “cosa irrisoria”: al nivel de un simple hombre, y de un hombre vulgar.

Y estas horribles blasfemias, que a los oídos de un católico duelen y escandalizan, le han sido dictadas, obviamente, por Satanás, que es quien dirige el guión del antipapa. Pero lo que no ha captado ni captará Bergoglio, pues ninguna marioneta del Maligno es libre para distinguir la verdad, es que, no bien está pronunciando semejantes palabras ofensivas, va abriendo él mismo la tierra bajo sus pies.

“Sucedió que en el acto él perdió la razón; / el sol se le cubría con un negro crespón; / se convirtió en un caos aquella inteligencia, / y el templo que en otro tiempo era todo opulencia / y bajo cuyos techos tanta pompa hizo ruido, / en noche silenciosa se quedó convertido”.

Ya empieza a enflaquecer el hombre travestido de blanco y ya los cónclaves humanos pasan por encima de él sus cálculos. Pobre triste hombre blasfemo. Está cerca el juicio de Dios y Satanás tiene contados cada uno de los despojos que todavía caminan en este mundo. En noche silenciosa se está quedando convertido un Bergoglio que hiciera tanto ruido.

Casi nadie le presta oído a sus palabras y, supuestos amigos (decepcionados) y enemigos, atienden el postbergoglianismo. ¿Qué será entonces este antipapa? Nos lo dice su protector, Satán, por medio de su poeta, Baudelaire, con crudelísimas metáforas perfectamente ajustables:

“Vino a ser como un sótano cuya llave no existe”, es decir, que de este miserable Bergoglio y su antimagisterio no quedará nada, habrá sido una etapa oscura, pero superada, que ya nadie querrá conocer porque además será nula, no habrá ni siquiera existido para la Iglesia. De hecho, no serán actos a subsanar, pues no habrá existido como Papa.

“Su semblante fue como el de una bestia triste”, escribe el autor, iniciando una pasmosa por fiel descripción física del personaje. “Y cuando como ciego por los campos pasaba / porque estíos de inviernos ya no diferenciaba” (ya nos hemos referido a la ceguera del orgullo y que es la cecitas mentis que Dios provoca), “puerco, inútil y feo, con su figura fofa, / a los chicos servía de juguete y de mofa”. Tal cual. Toda su supuesta astucia, prestada por el Diablo, a la postre, en este su declive, quedará al descubierto, igual que su desagradable figura, para burla de los más sencillos. El equívoco y las prestidigitaciones conceptuales tienen su efecto mientras el público quiere estar fascinado por el personaje. Pero en cuanto se desvela el truco y se evidencia la vulgaridad del engaño, el mago es pasto del desprecio y su charol pisoteado. Éste es el inminente fin que le espera a Bergoglio.

Así paga Satanás a sus servidores. Advertido está.

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