¡MENTIRA! ¡HE SIDO ENGAÑADA! O CÓMO BERGOGLIO LE PLAGIA A BAUDELAIRE

Tenemos comprobado que el satánico Bergoglio, como no podía ser de otra manera, detesta especialmente a la Santísima Virgen, contra la que ha soltado las más hirientes blasfemias. Una de las más impactantes fue la que profirió al inicio de su antipontificado con aquella terrible "reflexión" que ponía en el pensamiento de la Virgen María, al pie de la cruz, unos durísimos reproches a Dios: "¡Mentiroso! ¡Me has engañado!".

Aquí está la cita:

"Pienso en cuantas veces [María] ha guardado silencio y cuantas veces no ha dicho aquello que sentía para custodiar el misterio de la relación con su Hijo, hasta el silencio más crudo al pie de la Cruz. El Evangelio no nos dice nada si ella dijo o no una palabra… Era silenciosa, pero dentro su corazón, ¡cuántas cosas decía al Señor! “Tú, aquel día —esto es lo que hemos leído— me has dicho que serás grande; tú me has dicho que le habrías dado el Trono de David, su padre, que habría reinado por siempre ¡y ahora lo veo allí!”¡La Virgen era humana! Y quizás tenía ganas de decir: “¡Mentira! ¡He sido engañada!”: Juan Pablo II decía esto, hablando de la Virgen en aquel momento. Pero Ella, con el silencio, ha cubierto el misterio que no comprendía y con este silencio ha dejado que este misterio pudiese crecer y florecer en la esperanza.” (Homilía en Santa Marta, 20 de diciembre de 2013)

Pues bien, ni siquiera para las blasfemias es original este señor. Y como estoy viniendo a demostrar con la hipótesis sobre Las flores del mal (que tantas dificultades para su difusión en Facebook estoy teniendo), Bergoglio es hijo espiritual de Baudelaire.

En el post inicial traté de sintetizar los vínculos evidentes entre ambos personajes y analicé, como ejemplo paradigmático, el poema El viaje. Ahora mi intención es abordar todo el poemario para sacar a la luz las sorprendentes analogías, que realmente impactan por su paralelismo.

Aquí tenemos el primer poema, curiosamente titulado "Bendición". De inmediato, ante los primeros versos, le viene al lector a la mente la blasfemia comentada al inicio. ¡Son análogos! Leamos:

"Cuando, por un decreto de potencia suprema, / el poeta aparece en este mundo hastiado, / espantada la madre, dolorida, blasfema, / crispa el puño hacia Dios, que la mira apiadado.

'¡Ah!, un nido de serpientes mejor haber parido, / antes que amamantar esta pobre irrisión. / Maldita sea la noche de placer fementido / en que mi propio vientre concibió la expiación".

¡No hay más que sustituir el poeta por Nuestro Señor Jesucristo -dualismo con el que juega el autor- y tenemos la esencia de la blasfemia bergogliana! La madre está dolorida y es blasfema y crispa su puño hacia Dios, y se lamenta de haber dado a luz y amamantar a la expiación concebida. 

Las dos siguientes estrofas son para que la madre complete su reproche a Dios, diciendo, entre otros reveladores versos que "entre las mujeres sólo a mí me escogiste / para ser repugnada por mi propio marido", donde, como vemos se insinúa la última blasfemia de Bergoglio, de hace escasos días, apuntando la bárbara acusación que hace el Talmud de que María concibió por una relación con un centurión romano (!) y que san José supo aceptar y perdonar...

Y en la quinta estrofa encontramos otro verso destacado sobre la madre, de la que dice que "no puede comprender los designios eternos", concepto que tal cual cosecha Bergoglio y con el que apuntala su blasfemia.

Más adelante, Baudelaire da rienda suelta a su malditismo haciendo que la madre del poeta/Jesucristo hable burlándose sarcásticamente del culto que se le rendirá, con un escandaloso desenfreno inmoral que enlaza con la insistencia de Bergoglio en reducir a María Santísima a una simple mujer.

"Yo seré para él como una diosa antigua", "puedo esperar, riéndome, homenajes divinos", seguidos de otra serie de versos perversos testimonian la inspiración demoníaca de un escritor que, por lo visto y no es de extrañar, inspira al falso papa actual.

E impresiona al lector mínimamente informado de los desafueros bergoglianos tropezarse en la decimoquinta estrofa con la siguiente afirmación puesta en boca del poeta/Jesucristo: "¡Sed bendito, Dios mío, que dais el sufrimiento, / cual divino remedio, a nuestras impudicias, / así como el mejor, el más puro alimento / que prepara a los fuertes a las santas delicias!".

¡Está anticipando en más de un siglo y medio la herejía proferida por Bergoglio de que la Santa Comunión ("el mejor, el más puro alimento") no es un premio para los fuertes, sino alimento para los débiles, para los pecadores! El poema lo presenta formalmente a la inversa, pero en un contexto de profunda crítica que, obviamente, hace que el lector considere positivo lo contrario.

Más de soslayo toca el hecho de que el poeta que está hablando, y que se identifica con Jesucristo, se incluya en el común de los mortales que cometen "impudicias". Pero no es desdeñable este detalle, tan del agrado de Bergoglio y los suyos, crecidos en el neoarrianismo, que al menos en dos ocasiones ha dicho que Nuestro Señor era "sucio".

En definitiva, este poema, "Bendición", entra de lleno en la órbita de la espiritualidad del ocupante del Trono de Pedro y no debe distraernos ni hacernos minusvalorar este impactante paralelismo el hecho de que se trate de una obra literaria, pues es bien sabido que Baudelaire se movía en ambientes esotéricos y satanistas y que incluso escribió, directamente, una obra titulada "Las letanías de Satán".

Igual que los santos de Dios se reconocen entre sí, los servidores del Diablo también se identifican.

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